Amor adolescente, un engaño y 52 puñaladas: el asesinato de Matías Repossi

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El 22 de agosto de 2008 Matías Repossi, un adolescente de 16 años, fue a visitar a su pequeña hija a la casa de su exnovia, pero apenas llegó lo atacaron entre cuatro jóvenes, lo ataron a un sillón y lo apuñalaron 52 veces con cuchillos y destornilladores.

No era la primera vez que trataban de matarlo. Por eso, para asegurarse de no volver a fallar, planearon con frialdad y una saña indescriptible cada detalle del nuevo golpe y lo cumplieron con fidelidad. Matías no tuvo esa vez ninguna oportunidad de defenderse. “Lo mataron porque quiso ser un buen padre”, sostuvo entre lágrimas su mamá, Stella Maris Rodríguez, en diálogo con TN.

Por el brutal crimen del adolescente juzgaron a cinco personas: tres fueron condenados como “coautores” del delito de “homicidio calificado por ensañamiento, alevosía y la premeditación de dos o más personas” y siguen presos.

Los otros dos, su ex y mamá de la hija, y la nueva pareja de la joven, fueron beneficiados con una reducción de la pena por ser menores de edad al momento del hecho y actualmente están libres.

De amor y de sombra

Matías y C tenían 13 años cuando se vieron por primera vez. Los dos se cruzaban al mediodía en el cambio de turno del Instituto Tierra Santa de Almagro, en donde él había empezado a cursar el secundario por la mañana y ella, a la tarde. Un tiempo y unas cuántas miradas después, se pusieron de novios y empezaron a construir la historia de amor adolescente que, antes de que egresaran del colegio, tuvo un final trágico.

-Tres años más tarde, en 2006, ella quedó embarazada y el idilio se empezó a desmoronar. C pasaba más tiempo en la casa de su novio que en la suya propia planeando con Matías un futuro juntos y soñando con la familia que estaban a punto de armar. Así llegó al octavo mes de gestación, pero entonces una discusión con su suegra desató la furia de la adolescente.

“Me voy”, le dijo de un día para el otro a Matías cuando faltaban apenas días para que diera a luz. También le prometió en ese mismo acto que no lo dejaría ver a la hija ni le pondría su apellido. Él se desesperó. Trató de entender qué había pasado primero y simplemente de convencerla para que cambiara de opinión después. Pero no lo consiguió.

Según trascendió en aquel momento, C se había enojado cuando la madre de su novio le deslizó que después de que naciera la beba tendrían que pensar a dónde irían a vivir, porque no podían seguir todos juntos en su casa. No hubo retorno después de ese cruce de opiniones. La joven se fue dispuesta a no volver.

Durante aproximadamente un año Matías se desvivió por tener contacto con su hija, una beba a la que llamaron Mía. Paralelamente, su exnovia y mamá de la criatura inició una relación sentimental con N, otro chico de su misma edad.

El joven convocó a tres amigos mayores que él, se armó con una maza y emboscaron a Matías. Ese día lo dejaron muy lastimado pero el adolescente, que era alto y practicaba boxeo, supo “aguantar” el ataque lo suficiente como para salir vivo y escapar.

El engaño más cruel y medio centenar de puñaladas

Los golpes que recibió no asustaron a Matías más de lo que en un principio lo había aterrado el abandono repentino de la novia junto con la hija. Tan fuerte era su deseo de ser padre, que judicializó su caso para acordar una cuota alimentaria y un régimen de visitas que le permitiera pasar tiempo con la beba.

“Matías tenía un régimen de visitas en la casa de la madre de la nena los días sábados, pero aquel 22 de agosto era viernes y recibió un mensaje de texto pidiéndole que fuera a visitar a la criatura”, indicó tiempo atrás a DyN el abogado Claudio Mazaira, representante de la familia de la víctima. Le dijeron que la beba tenía fiebre y él, sin desconfiar, dejó todo lo que estaba haciendo, se subió a su bicicleta y pedaleó hasta el departamento de su ex.

Cuando entró al domicilio entendió rápidamente que su hija no estaba enferma, con la misma inmediatez que supo que esa vez ya no tendría salida. N lo estaba esperando con los mismos tres amigos que la vez anterior: lo ataron, lo torturaron y lo asesinaron con medio centenar de puñaladas. Según determinó la Justicia, la joven colaboró para deshacerse del cuerpo. Aportó tres bolsas de plástico con las que envolvieron al padre de su hija y después lo abandonaron junto al cordón de la vereda en Las Casas al 3400.

N confesó el crimen, pero ni él ni C habían cumplido aún la mayoría de edad por lo que, a pesar de haber sido encontrados culpables, se les redujo el monto de la pena y recuperaron la libertad en poco tiempo.

El Tribunal de Menores 3 porteño consideró coautores del “delito de homicidio calificado por ensañamiento, alevosía y la premeditación de dos o más personas” a Luciano Salinas, Julián Dentis y Alejandro Sanz. Todavía cumplen condena.

“Al padre (de C) yo lo denuncié por encubrimiento pero nunca se pudo probar”, dijo a TN Stella Maris, la mamá de Matías. Para ella, por más que el grupo superaba claramente en número y en fuerza a su hijo, los jóvenes no podrían haber hecho todo lo que hicieron sin ayuda de un adulto. Y recordó: “El padre de C me pedía perdón”.

El dolor después del dolor

Pero Stella Maris no podía perdonar, así como tampoco podía volver a la misma casa donde había vivido con su hijo hasta que se lo arrebataron. “Me mudé a los 15 días, me hacía mal seguir ahí”, manifestó. A su nieta, que actualmente tiene 13 años, solo pudo verla dos veces desde que mataron a Matías. “Tenía los ojos tristes, la tristeza de no tener más a su papá“, resaltó. Y esa fue la última imagen que le quedó de la nena, porque cuando la madre recuperó la libertad ya no volvió a verla.

“Yo sé que a la nena le mintieron”, se lamentó, y añadió: “Le dijeron que su papá murió en un accidente de auto”. La mentira se siente como otro golpe sobre la memoria de su hijo, pero Stella Maris entiende que no es ella quien debe decirle la verdad. “Sé que cuando crezca en algún momento va a aparecer, a la familia siempre se la busca”, dijo con la voz haciendo equilibrio entre el dolor y la esperanza.

Tras el crimen de Matías, contó su mamá, ayudar a otros familiares de víctimas se volvió una forma de atravesar su propio duelo. También empezó a hacer radio en la misma época, pero después de un tiempo las historias empezaron a afectarla demasiado y su psiquiatra le aconsejó tomar distancia.

Stella Maris pudo alejarse de aquello, incluso de su propia nieta, a la que recuerda tan parecida a ella misma cuando tenía su edad. Pero no existe distancia posible para con su hijo, cuya ausencia la acompaña de manera permanente.

“Matías era bajista, recién había sacado un CD con su banda y estaba contento, quería ser famoso”, evocó la mujer, que también guarda todos los autitos con los que él jugaba de chico y hasta el chanchito-alcancía donde juntaba sus monedas. “Era un padrazo, no se merecía lo que le hicieron”, concluyó.

Fuente: Tn

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