“Degolló a mi hija y se fue a comer un asado”: dolor por un fallo que benefició a un asesino

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La Justicia de Córdoba accedió días atrás a bajar la pena de Juan Villar, el condenado por el crimen de Camila Carletti ocurrido en septiembre de 2016 en la localidad de Adelia María. “Mi hija pasó de ser la víctima a ser la culpable de todo”, dijo con bronca en diálogo con TN Graciela, su mamá, y agregó: “Como no nos dan el femicidio, quieren bajarle la pena y dejarlo libre a fin de mes”.

Poco más de dos horas de deliberación fueron las que le llevó a los jueces rechazar el planteo de distintos colectivos feministas, los familiares, la querella y el fiscal de Cámara, que buscaban que el asesinato de Camila fuera considerado un femicidio y, en consecuencia, pedían prisión perpetua para el peón rural que la degolló después de mantener una relación sexual con ella a cambio de dinero.

Por unanimidad, la Cámara del Crimen número 1 de Río Cuarto y los jurados populares interpretaron en su fallo del 9 de mayo último que el delito cometido por Villar fue un homicidio simple. “Villar no mató a Camila porque era mujer ni por su condición de ejercer la prostitución. Fue su particular estructura de personalidad, su carácter sumiso que le impidió dar otra respuesta ante la abrumadora extorsión de Camila. La vehemencia del reclamo de Camila fue lo que provocó la reacción intempestiva”. Estos fueron solo algunos de los argumentos en los que basó su alegato la defensora oficial Ivana Niesutta, con los que coincidieron los jueces de acuerdo a la resolución.

-La vida y la supuesta personalidad de la víctima, que ya no tenía manera de defenderse, actuaron como atenuantes de las culpas del asesino, que consiguió así esquivar la pena máxima. “Es algo insólito. Él tenía 20 años de condena, no hace ni seis que está preso y ya está a punto de salir”, se lamentó Graciela Carletti, que apelará la decisión judicial.

Atada, degollada y semisumergida en un arroyo: así encontraron a Camila Carletti

Camila desapareció el 2 de septiembre de 2016, día del cumpleaños de Villar. “Ella salió a vender empanadas, me dijo ‘mami, ya vengo” y no volvió más”, contó Graciela a este medio. Al día siguiente, un sábado a la mañana, intentó presentar la denuncia, pero no se la tomaron porque la joven no llevaba ausente todavía la cantidad de horas necesarias para considerar su caso una desaparición.

La investigación se abrió recién al caer la noche y durante los siguientes 10 días buscaron a Camila. Sus zapatillas fueron lo primero que apareció. Después la bicicleta, la cartera y finalmente encontraron su cuerpo sumergido en un arroyo. Estaba atada de pies y manos y la habían degollado.

Villar fue detenido unas horas más tarde en la provincia de Corrientes, lugar a donde intentó huir con su familia: su esposa y sus dos hijos. En 2018, el hombre fue a juicio. Pero aunque lloró varias veces durante el debate y le pidió perdón expresamente en dos oportunidades a la mamá de Camila, ella nunca creyó en su arrepentimiento.

“Yo no puedo perdonarlo, que lo perdone Dios”, afirmó Graciela, y explicó: “Degolló a mi hija: le hizo un corte de 7 centímetros en la yugular, la ató y la dejó tirada en un campo cerca del arroyo para ver si se la comía algún puma”. Esa misma noche, contó la mujer, se fue a comer un asado como si nada hubiera pasado. “Es un psicópata”, subrayó.

La víctima, en el banquillo de los acusados

Camila era una joven de 22 años que ejercía la prostitución y buscaba salir de su adicción a las drogas. En la etapa de alegatos, la abogada de Villar se basó en el relato de un testigo para afirmar que “Camila tenía una obsesión por la plata” y la describió como una persona “empoderada y manipuladora”.

En contraposición con esto, la letrada definió a Villar como un hombre “sumiso y vulnerable” que se sintió “amenazado” por la víctima tras discutir sobre la cantidad dinero que debía pagarle, una suma cercana a los 4 mil pesos. O sea, estaban solos los dos en el medio del campo, ella lo amenazó verbalmente con contarle todo a su esposa, pero el que tenía un cuchillo en la cintura era él. Y, sin embargo, fue el peón quien se asustó y tuvo una reacción “impulsiva”, que para Camila fue fatal.

La decisión de los jueces fue tan unánime como polémica. Para ellos, “no había una relación que agravara el crimen ni hubo ensañamiento”. Por eso ratificaron que el crimen de Camila no se debió a una cuestión de género. “Es el país de la injusticia”, sentenció la mamá de la joven asesinada.

Graciela no niega en ningún momento la adolescencia difícil que atravesó su hija ni sus problemas de adicción, pero destacó: “Hizo tratamientos y estaba logrando salir, estaba en abstinencia”. Además, había conseguido trabajo y estaba contenta, porque le había costado mucho que la gente dejara de discriminarla.

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“Una vecina le dio primero trabajo en su casa, para que la ayudara con la limpieza”, contó Graciela, y completó: “Después, esa misma persona le consiguió un puesto en un minimercado”. Camila trabajaba allí y además salía a vender comida. Soñaba con ser psicóloga. “A pesar de sus problemas, ella nunca le faltó el respeto a nadie, todos la querían”, aseguró su mamá.

Cara a cara con el “horror”

Cuando se llevó a cabo el juicio por el crimen de Camila su madre, Graciela, vio por primera vez a Villar. “Yo no lo conocía a él, pero la sensación que tuve de estar a medio metro de la persona que mató a mi hija fue terror, estaba en shock”, recordó.

“Camila era la criatura más dulce que podía existir, sus ojos dicen todo”, expresó apenada su mamá a este medio, tras lo cual resaltó: “Por no querer salir más con él, esta persona se la llevó y la degolló”.

Para Graciela, la dura infancia de su hija y su contexto social la convirtieron en una “mala víctima” durante el juicio que debía ocuparse de castigar a su asesino. “La víctima pasó a ser él”, cuestionó indignada. La justicia juzgó a Camila.

Fuente: TN

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